Por: Daniel Isidoro Córdoba Córdoba
No soy un ser cuadriculado;
prefiero, sin querer ser un súper
hombre, vivir mis propias experiencias; respirar la porción de aire que me ha
sido destinada, y percibir la grandeza del universo a través de mi mortal
figura corpórea.
Con
gran añoranza, recuerdo como se fue gestando mi proceso de interacción con el
mundo, y la manera tan decidida como acepté que mis padres me formaran en
valores espirituales y morales, sometido ante la prueba de fuego más
devastadora: la sociedad; en esta escuela de la vida, aprendí a pulir y
fortalecer mi carácter con profunda
determinación.
Desde
muy chico, a la edad más o menos de ocho años, ya me dedicaba a servir “a
hacerle mandados” o “camarones” a la gente, de quienes obtenía
desinteresadamente algún tipo de reconocimiento o estímulo. Todo esto lo hacía
gracias a la condición activista de ser que me dio Dios, motivado, además, por
la precaria condición socio—económica que marcaba, discriminaba y limitaba el
alcance posicional de mi familia.
Toda
esa dinámica a temprana edad me ayudó a formar carácter, templanza,
determinación, sobriedad y benevolencia, por lo tanto, también “un estilo
propio” fundamentado en la lógica de la aceptación y el reconocimiento a Dios,
y la valoración y el respeto hacia los demás, sin importar sus inclinaciones
ideológicas como conjunto de creencias y valores a partir del cual cada
individuo se construye y se presenta ante el creador y ante el mundo. Mas, eso
no significa que comparta las anquilosadas, reprimentes, y excluyentes posturas
ideológicas que con su decir y actuar niegan la existencia del altísimo y
arremeten como insaciables y devoradoras fieras contra la dignidad de las
personas.
Por
eso, como de alguna manera diría Miguel de Unamuno, prefiero ser yo mismo, un
ser auténtico capaz de manifestarse, tomando propias decisiones, abriéndose
paso hacia el mundo sin discriminar a nadie, pero sí, reconociendo por encima
de cualquier cosa, al ser que por fe y reconocimiento me dio la vida y me
sostiene hasta hoy.
¡Yo
soy quien soy, gracias a Cristo! y gracias al amor insaciable de personas de
distintas clases y condiciones, de diferentes etnias y culturas, de diversos
géneros y estilos, y de diferentes etapas de la vida. No te limites, uno nunca
sabrá quién será la persona que mañana le tenderá la mano; el único amigo fiel
es Jesús, él no falla. ¿Ven, por qué no es satisfactorio perseguir a los demás
por la perspectiva de vida que reproduce?
Fuimos
creados a la imagen y semejanza de Dios, moldeados para convivir en armonía a
partir del criterio y forma de ser de cada persona. Procuremos desprendernos
del efímero, ruin y aniquilador flagelo de la indulgencia; utilizada como forma
de vida o plataforma a través del cual, los inescrupulosos, incapaces y
enemigos de la sociedad y el bienestar colectivo, juegan con la vida y honra de
los demás, convirtiéndose en unos adornos míseros poco representativos del
universo, que por falta de iniciativas y talante entregan su alma a cualquier
demonio para que les monitoree y les oriente como peones hambrientos, incapaces de identificar el talento que les ha
sido otorgado por Dios. Servirle a alguien con respeto o reconocer a nuestros
jefes, nunca será sinónimo de servirle a un esclavista, oportunista, y
ejecutivo moderno, por llamarlo así, para hacerle daño a los demás.
No
seamos tiranos. Respetemos la
personalidad y la libre expresión de las personas; no hacerlo representaría la
forma de esclavitud más soterrada que se experimenta en pleno siglo XXI, y es
tan cruda y sanguinaria como las primitivas formas de represión. Una persona
sin ideología, es a mi manera de ver, como un ser sin espíritu, no piensa ni
toma partido en la construcción de una sociedad más digna. Otros oportunistas
lo hacen por él. No esperen nunca que un crítico, y si desean satanizar el
término --un revolucionario-- les pida permiso para compartir con los demás
y reflexionar de manera libre y espontánea sobre las cosas fundamentales de la
vida, en aras de vivir su propia experiencia, porque si eso sucediese, simple y
llanamente señores, quedaría insípido, convirtiéndose en un despreciado
ridículo.
Si
algún terco me preguntara: ¿a qué cuadrícula o partido
político perteneces? simplemente le respondería que “soy enemigo de las limitaciones extremas”. No soy de aquí, mucho menos de allá. No soy liberal porque
considero niegan la existencia de Dios y reproducen el libertinaje, pero con
muchos de ellos trato. Prefiero, sin ser conservador, conservar mi temor a
Dios, y los valores espirituales y morales necesarios para la armonía social.
No
deseo ser de la “R” ni de la “U” porque para construir “Justicia Social” se requiere de dos palabras formadas por catorce signos que
revitalizan y le dan sentido a la vida de los pueblos, donde todo el mundo
tiene acceso a los servicios y materia prima del medio. ¿A caso no es verdad
que esa realidad no es posible construirla solo con “R” o “U”?
Tampoco
soy amigo de los cambios radicales, porque estos son sesgados, dogmáticos,
excluyentes, totalitaristas y arremetedores; para eso, existen el dialogo, las
concertaciones abiertas y los procesos inclusivos. Prefiero “no tirarme la soga
al cuello” porque fundamentado en la fe de Cristo, le temo; y reconozco en mis
hermanos a seres humanos valiosos que se pueden equivocar.
Prefiero volar como
las águilas, fortaleciendo miperspectiva de vida, y proyectando mi imagen sin
deteriorar la de los demás. La vida, en ese sentido, no es un juego; es una
realidad que debemos afrontar con determinación y libertad.Porque como aparece
escrito en un mural, a las afuera de la Institución Educativa Femenina de
Enseñanza Media y Profesional de Quibdó (IEFEM), En este mundo, “lo de cada quien es tan
importante, que sin lo de él, la estabilidad del todo entraría en cris
Partiendo de un principio el ser o no ser es una decisión de cada quien como persona a este escrito yo le agrego el libre albedrío que significa hacer lo correcto o lo incorrecto
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